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Banderas negras

Banderas negras

Miguel Lozano/Foto: Alejandro Lozano

La Habana- De ser ciertas las cifras difundidas por el Departamento de Estado de Estados Unidos a principios de mayo fracasó la guerra contra el terrorismo, de la cual se hizo abanderado el gobierno de George W. Bush.
En su reporte sobre el fenómeno, Washington estimó que casi 14 mil ataques se registraron en 2006, un 25 por ciento más que el año anterior y más de 20 mil personas murieron, incremento del 40 por ciento.
Las cifras del Centro Nacional Contraterrorismo, sin embargo, promueven dudas, porque el 80 por ciento de los hechos calificados de terroristas ocurrieron en Medio Oriente y el sur de Asia, donde Estados Unidos mantiene tropas de ocupación.
Aunque según el informe no incluye muertes en combates, la conclusión es dudosa, dado que en Iraq se registraron casi la mitad de los ataques y unos 13 mil muertos, dos terceras partes del total.
En tales condiciones es difícil establecer cuales de esos actos responden verdaderamente a hechos terroristas o son expresión de una guerra de resistencia de un pueblo frente a tropas invasoras.
Más aún, cuando hechos recientes establecen que el gobierno estadounidense tiene una particular definición de terrorismo, con una línea flexible para adaptar el fenómeno a hechos que le afectan y dejar fuera otros casos.
En el malecón habanero, por ejemplo, junto a un mar luminoso se levanta un monumento conformado por cientos de banderas negras a la vera de la Oficina de Intereses de Estados Unidos.
Esas enseñas luctuosas representan a los miles de cubanos perecidos en acciones terroristas estimuladas y muchas veces organizadas por organismos estadounidenses o sus asociados.
En estos días el lugar es centro de gran actividad, convertido en una tribuna de denuncia a lo que los cubanos consideran un golpe ignominioso: la liberación en Estados Unidos de un terrorista internacional de origen cubano: Luis Posada Carriles.
El criminal, considerado por muchos el Osama Bin Laden americano, es responsable de la muerte de 73 personas en el atentado a un avión civil cubano en 1976, entre otros actos como la colocación de bombas en hoteles y planes magnicidas.
Sin embargo –es la percepción generalizada- el gobierno estadounidense lo protege y propicia su permanencia en territorio norteamericano, en correspondencia con su larga lista de servicios a la orden de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Washington desoye la demanda de extradición de Venezuela, país desde donde Posada planificó la voladura del avión y en el cual también dejó un rastro de torturas y crímenes al amparo de su cargo en la policía política (DISIP).
A partir de su particular definición de terrorismo, no es extraño el fracaso de la guerra dirigida por Bush: pese a las cuantiosas pérdidas Washington ha sido incapaz de capturar a Bin Laden y se niega a juzgar a otro terrorista como Posada.
El monte de banderas negras en La Habana es un recordatorio de esa dualidad y, de alguna manera, confirmación del fracaso de una guerra cuya frustración probablemente provenga de la propia indefinición de objetivos.

Fuente: Reporte/Prensa Latina

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