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Ocho años de desconcierto

Ocho años de desconcierto

Miguel Lozano

Caracas.- Pese a previsiones de año nuevo luego de las elecciones presidenciales en Venezuela, la oposición sigue sin poder conformar su proyecto unitario para intentar detener el avance de la izquierda encabezada por el presidente Hugo Chávez.

El Jefe de Estado obtuvo una rotunda victoria el pasado 3 de diciembre con 63,1 por ciento de los votos a favor de su proyecto de desarrollo socialista, tras lo cual el ex candidato presidencial Manuel Rosales anunció la conformación de un frente opositor.

Sin embargo, hasta el momento, el avance más significativo de esa propuesta es la migración de algunos ex miembros del otrora poderoso partido Acción Democrática hacia Un Nuevo Tiempo, la organización de Rosales, actual gobernador de Zulia.

Convertido en el partido más votado de la oposición, Un Nuevo Tiempo tampoco ha podido aglutinar las fuerzas que se oponen a Chávez, varias de ellas afectadas por disputas internas.

Tal es el caso de Primero Justicia (PJ), segundo partido opositor por cantidad de votos, que terminó dividido en dos, luego de enfrentamientos que llegaron a contactos físicos entre sus miembros.

Acción Democrática se debate hoy entre quienes consideran posible su resurrección, luego del suicidio político dado por su abstención a participar en las pasadas elecciones, lo que propugnan la unión a Rosales y quienes buscan acuerdo con el ala disidente de PJ.

Curiosamente la división de PJ se realiza a partir de acusaciones de falta de democracia interna, precisamente en uno de los partidos que acusa a Chávez de acciones unilaterales y concentración de poder.

Otra de las paradojas actuales de la política venezolana es, justamente, la acusación de concentración del poder en manos de Chávez, por parte de partidos que se abstuvieron de participar en las elecciones parlamentarias de 2005 en un intento de boicot.

En opinión de algunos observadores, la incapacidad de la oposición de estructurar un frente común para intentar enfrentar democráticamente a Chávez, alienta a sectores partidarios de métodos anticonstitucionales y la violencia.

En ese contexto, se multiplican en las últimas semanas las denuncias de preparativos para un llamado "plan de mayo" con vistas a crear disturbios el 27 de ese mes, cuando se vence la concesión a la emisora RCTV, un puntal de acciones opositoras.

Según algunas versiones, Rosales, quien aceptó su derrota el pasado diciembre y abrió con ello la posibilidad de fortalecer las acciones democráticas de la oposición, pudiera estar modificando su actitud para favorecer acciones golpistas.

La alternativa puede convertirse en una acción desesperada ante la imposibilidad de detener el empuje de Chávez, cuyas políticas sociales y de inclusión de millones de personas en los beneficios petroleros le han garantizado una popularidad creciente.

Paralelamente, los diversos partidos y grupos opositores muestran en los últimos días una gran actividad, según versiones, en la búsqueda de alianzas y planes de recomposición.

Esas acciones, sin embargo, ratifican lo que para muchos observadores es la principal debilidad de ese sector: su incapacidad de presentar alternativas a la nueva política de Chávez, mientras permanecen atados a los viejos esquemas.

Los atisbos de estructurar propuestas como las de distribuir mediante tarjeta de crédito parte de la renta petrolera, presentada por Rosales en la campaña presidencial, han quedado en un segundo plano, opacadas por las negociaciones y disputas internas.

La desorientación de los líderes opositores contribuye asimismo a la frustración de los opositores que, luego de algunas acciones unitarias electorales, consideraron posible la integración de un frente.

La vieja derecha formada por partidos como Acción Democrática y COPEI -que gobernaron durante casi medio siglo- ha demostrado su incapacidad de recomponerse en un contexto político que cambió radicalmente en los últimos ocho años.

La nueva derecha (Un Nuevo Tiempo y PJ) tampoco termina por hallar una brújula para intentar retomar al menos parte del terreno perdido y más allá de propuestas se adentra en críticas y descalificaciones a las autoridades y sus programas.

De tal modo, las acusaciones de autoritarismo esconden en gran medida la propia incapacidad política de los opositores de detener el fenómeno Chávez, que los mantiene desconcertados ocho años después de su ascenso al poder.

Fuente: Prensa Latina

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