Entrevista/Beatriz Bermúdez/Antropóloga
La palabra invisible
Miguel Lozano
Caracas .- A menudo los latinoamericanos citamos, aún los menos pretenciosos, a escritores de otras lenguas como José Saramago, Dan Brown y Wole Soyinka, exponentes de literaturas conocidas, más allá de sus diversos valores.
Menos mencionamos a Humberto Ak'abal o José Ángel Fernández Silva Wuliana, aunque se trata de dos poetas -guatemalteco uno y venezolano el otro- con obras en dos lenguas ancestrales de la región: Maya k´iche´y wayuunaiki, respectivamente.
Se trata, indudablemente, de los resultados de un intento de cinco siglos por hacer desaparecer una cultura que en un inicio los europeos conquistadores consideraron pagana, como mínimo, y siguió siendo un signo del pasado en la era post-colonial.
Como consecuencia, muchos escritores indígenas son hoy invisibles para el gran público latinoamericano, pese a ser capaces de escribir visiones poéticas en su propia lengua y traducirlas al español, idioma en el cual se pretendió hacerlos pensar.
K'o. quuriqa/ kintzolqomij RI nube/ xa jewa´ kinnatisaj jun jun jasach/ Weta xata kolon kinbin chonuwech/ kinwin nek´ uri kinbij chawe jas ri´/ ri´ ucholaj RI sachibal jolom, escribe Ak´abal y traduce:
De vez en cuando/ camino al revés/ es mi modo de recordar./ Si caminara sólo hacia delante/ te podría contar/ como es el olvido.
El guatemalteco, autodidacta, afirma: La escuela de mi habla es el pueblo, quien se interne en mi poesía no encontrará calzadas sino caminos y veredas de tierra; mi voz es de maíz, en ella no hay jaulas, porque sus pájaros son libres, los animales mantienen su salvaje belleza.
Férnandez Silva Wuliana, sociólogo y magíster en Antropología, remonta el pasado para escribir su Aaliipalajanaa o Guardamor: Achajaashi talla suchiki kama´ airu a´anuushi/ taainjiainjatu wanee aaliipalajanaa/ suka shiyaakuwa pu´walakii.
Busco antigua urdimbre/ para tejer un guardamor/ con la imagen
de tu cabellera.
Ambos poetas constituyen la proa de un proyecto literario ambicioso, la colección Waanuku Nuestra Palabra de la editorial Monte Ávila (Caracas) para llevar al público obras bilingües de las literaturas indígenas americanas
Beatriz Bermúdez, creadora y directora de la colección, explicó a Prensa Latina que un propósito de la iniciativa es echar por tierra estereotipos subsistentes sobre los indígenas y sus idiomas, un lastre para el amplio conocimiento de estas expresiones culturales.
En relación con la poesía, Bermúdez –antropóloga, realizadora y editora- considera existe “una novedosa corriente creativa”, si bien el género no era propio de las culturas aborígenes americanas, aunque su lenguaje tiene una gran carga poética y simbólica.
Para ellos –apuntó- la poesía es un nuevo género literario, a partir del reencuentro con su idioma original, como ocurrió en el caso de Fernández Silva Wuliana, quien llegó a la universidad con vergüenza étnica de su idioma.
En su criterio, la creación de alfabetos indígenas facilitará la expansión de sus literaturas, a partir de que algunas de esas lenguas no tenían escritura y otros usaban complicados símbolos.
La especialista diferencia radicalmente esta iniciativa con intentos anteriores aplicados por “occidentales” como el Instituto Lingüístico de Verano, cuyo propósito era simplificar la lengua con el único propósito de facilitar la lectura de la Biblia.
Esta nueva búsqueda, por el contrario, trata de hallar formas para facilitar el conocimiento de la belleza literaria de esas lenguas, su riqueza idiomática y la exuberancia de sus giros.
Aún existen, en su criterio, variaciones sutiles para lograr un sistema de escritura reconocido, pero ello se manifiesta en otros casos como el español, cuya gramática requiere años de estudios.
El idioma, sostiene, es una fuerza política en la lucha de los pueblos indígenas, para los cuales resulta revitalizador hablar su lengua y ganar el reconocimiento negado durante siglos.
La colección Waanuku Nuestra Palabra tiene previsto continuar con una recopilación de cantos shamánicos kuna (etnia establecida en territorio panameño) una obra del ecuatoriano Ariruma Kowi y una antología de cuatro mujeres indígenas canadienses.
Para muchos autores de grupos aborígenes, hacer literatura hoy es desandar el camino del desarraigo y descubrir sus propios valores y el caudal poético de sus idiomas.
Como diría Fernández Silva Wuliana: “Yo no hago poemas, sólo hablo en wayuunaiki (de raíz arawaka) lo que he aprendido de mis antecesores”.
El acercamiento a las literaturas indígenas (en plural, recalca Bermúdez) viene a llenar un vacío de nuestro cultura originaria, con sorprendentes expresiones poéticas, si sabemos liberarnos de nuestros prejuicios de “alijunas” (no indígenas).
Ml
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