Gustavo Pereira: poeta de somaris y servicio
Por Miguel Lozano
Caracas.- En 1999 Gustavo Pereira fue elegido miembro de la Asamblea Nacional Constituyente y redactó el preámbulo de la Constitución, para convertir a Venezuela en uno de los pocos países con un texto de esa naturaleza escrita por un poeta.
El camino que llevó a este venezolano nacido en Isla Margarita en 1940 a responsabilizarse con el exordio constitucional de un país tampoco es el transcurrir que pudiera pensarse típico de un poeta sumido en un mundo íntimo de metáforas.
Graduado de Derecho en la Universidad Central de Venezuela en 1963 ejerció como defensor de sindicatos y presos políticos, otra forma de presentación de la conciencia sensible capaz de sobreponerse y enfrentar las acritudes y la deshumanización, como considera a la poesía.
Desde 1968 ejerció la docencia y fundó y dirigió varias revistas literarias, actividades que llevó paralelamente a la publicación de unos 30 poemarios entre ellos Preparativos del viaje (1964); Libro de los Somaris
(1974) y Costado indio (2001).
Entre los reconocimientos recibidos cuenta el Premio Fundarte de Poesía (1993), el Premio de la XII Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1997) y el Premio Nacional de Literatura (2001).
Su obra abarca, quizás lógicamente a partir de la forma en que ha llevado la poesía y una vocación de servicio práctico, desde temas como Somari, donde brinda la última moneda del sol a su amada o inquietudes políticas como en El fin de la Historia.
Y a propósito de un par de sus obras, Pereira ha confesado que ha tenido la tentación de colocar un pie de página para alertar la lector que no busque en los diccionario la palabra somari, pues se trata de un neologismo de su invención para poema breve.
Sólo que poema breve caracterizado, amén de la concentración verbal, por su anhelo de precisión, su libertad formal, su poliantea, y en no pocos casos por cierta (leve) insensatez, ha explicado el poeta.
Su obra y su vida niega la soledad como requisito del poeta que muchas veces se le atribuye, un concepto que Pereira destruye en una reciente entrevista para la revista venezolana BCV Cultural:
La poesía fue creada para compartirla, para servir a otros, para pactar con los demás seres sensibles. De allí que el poeta deviniera en servidor público, aunque sea el más retraído o reservado de los seres, a menos que solo escriba soliloquios.
Para este venezolano, doctorado en Estudios Literarios en la Universidad de Paris, de otro modo no se explica ni tiene sentido la existencia del poeta y la poseía que considera el único arte que no ha podido ser convertido en mercancía.
En su discurso de aceptación del Premio Nacional de Poesía Pereira leyó dos poemas, El fin de la Historia y Sobre salvajes, este último referencia de su autotitulada militancia en el partido de los soñadores y de la mística perceptiva de los verdaderos poetas:
Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío Chiriké-yeetakuú, que significa Saliva de las Estrellas; a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo de los Ojos, y al corazón Yewán-enapué Semilla del Vientre.
Los waraos del delta del Orinoco dicen Mejokoji (El Sol del Pecho) para nombrar al alma. Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón. Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir Perdonar.
Los muy tontos no saben lo que dicen
Para decir tierra dicen madre
Para decir madre dicen ternura
Para decir ternura dicen entrega
Tienen tal confusión de sentimientos
que con toda razón
las buenas gentes que somos
les llamamos salvajes.
En ese mismo discurso el poeta afirma que a partir del momento histórico-biológico en que la sensibilidad y la razón nos elevaron de lo animal a lo humano, la cultura se convirtió en la huella de identidad del homo sapiens.
Ese proceso asegura Pereira- no ha cesado: forma parte de la interminable búsqueda del perfeccionamiento y la felicidad.
Fuente: Prensa Latina
0 comentarios