Venezuela ante dos proyectos de país
Miguel Lozano
Caracas.- En un año de amenazas y definiciones, Venezuela concentra hoy su atención en unos comicios regionales apreciados por gobierno y oposición como una batalla decisiva e instrumento para pronosticar el rumbo del país.
En términos de contienda, las elecciones de gobernadores y alcaldes de noviembre se plantean en dos grandes campos, como sucede desde hace algunos años en la política local: el de los seguidores del presidente Hugo Chávez y el de la oposición de derecha.
La polarización, sin embargo, es más evidente luego del referendo del pasado 2 de diciembre, cuando fue rechazado un proyecto de reforma constitucional propuesto por Chávez, su primera derrota en una decena de comicios registrados desde 1998.
Aunque los opositores alcanzaron el triunfo por una diferencia mínima, sirvió de aliento a un pequeños sector que considera a Chávez derrotable, pese a su enorme arraigo popular y sus obras en beneficio de la mayoría excluida tradicionalmente.
Del otro lado sirvió de alerta sobre errores de gestión que venían cometiéndose, magnificados por una furibunda campaña opositora, además de errores tácticos de los "chavistas".
Pasada la euforia opositora e iniciado el análisis y recuperación de la izquierda, los dos bandos coinciden en algunos conceptos, como la necesidad de ir unidos a los próximos comicios.
Otro elemento medular es la importancia de la figura de Chávez, ante la inexistencia de un partido estructurado o agrupación que respalde su gestión, dada por la demora en el cronograma para la formación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Según las previsiones, la organización que se previó inicialmente fundar el año pasado, deberá quedar conformada para el próximo marzo, por lo cual es evidente que irá a las elecciones de noviembre con una estructura aún sin consolidar.
En estas circunstancias, la unidad y el fortalecimiento de Chávez como líder del proceso que encabeza desde 1999 se vislumbran decisivas para la izquierda en la política, junto al fortalecimiento de la gestión administrativa en el plano económico y social.
Si algunos entre los defensores del proyecto de cambios parecen no entender la importancia de esos aspectos, sí están definidos del lado opositor, que inició 2008 con ataques viscerales contra el Jefe del Estado, articulados con campañas desde el exterior.
La campaña por debilitar la figura del presidente venezolano incluye acusaciones de apoyar el narcotráfico, ser él mismo consumidor de drogas, dar apoyo a movimientos armados de otros países e injerencia en procesos políticos y electorales internos.
Estas acciones de políticos y medios de difusión privados locales, parten del presupuesto que agrietar la figura del mandatario es debilitar el proceso de cambios y van acompañadas de una ofensiva exterior de Estados Unidos.
En opinión de Chávez, se trata de una "oligarquía llena de odio, que desde sus inicios nació apátrida y siempre ha jugado el papel de peón del imperio norteamericano".
Es colusión, ha denunciado, parte de coincidencias que llevaron a una minoría rica a apoderarse del poder público y privado para garantizar sus propios intereses y los de Estados Unidos, mientras la mayoría del rico estado petrolero vivía en la pobreza.
Durante el gobierno de Chávez la pobreza extrema, que afectaba el 42,5 por ciento de la población en los años 1995-96, se redujo en el 54 por ciento y la pobreza general, que en 1998 era de 50,4 por ciento, bajó a 33,07, una disminución de más del 30 por ciento.
Junto a ello se logró la erradicación del analfabetismo con la enseñanza gratuita a más de 1,5 millones de personas, se crearon programas de educación y salud sin costo y la mortalidad infantil por mil nacidos vivos pasó de 21,4 en 1998 a 13,9 en 2006.
Pese a ello, deficiencias en la marcha de varios programas sociales y problemas de gestión de la administración conspiraron para propiciar el pasado 2 de diciembre un abstencionismo en las filas "chavistas" que dio como resultado el triunfo del "no".
La valoración hoy es que en realidad no se trató del paso a la oposición de una porción de la población, sino de una abstención de castigo contra la ineficiencia en algunas regiones y esferas.
Los primeros meses luego del referendo muestran a un Chávez con capacidad para interpretar la situación, expresada en una reestructuración del gabinete y -lo que parece más importante- el programa de las 3R (revisión, rectificación y reimpulso).
En un discurso el pasado 2 de febrero, con motivo de cumplirse nueve años del inicio de su gestión al frente del país, el Jefe de Estado alertó que lo ocurrido entonces fue un cambio de época que generó esperanzas pero también activó la acción de los enemigos.
Hemos cometido errores, estamos en el epicentro de las 3R producto de la autocrítica, pero nadie -alertó- se deje influir por la campaña opositora de que el gobierno es ineficiente, regala el dinero, no atiende al pueblo y es el más incapaz y corrupto de la historia.
Los próximos meses serán decisivos para saber si tanto la izquierda como la oposición logran consolidar la unidad de sus filas, se revierten las tendencias negativas de la administración o logra calar la campaña contra la imagen pública de Chávez.
Nos falta, ha dicho Chávez, un mundo de cosas por desmontar, enfrentar mil enemigos y amenazas, guerras mediáticas todos los días, pero cuéstenos lo que nos cueste, tenemos que seguir liberando a Venezuela.
En opinión del propio mandatario, lo que está en juego en Venezuela es, más que el control de los 24 estados y unos 600 cargos regionales, el enfrentamiento entre dos proyectos de país definidos por la Venezuela existente antes y después de 1999.
Fuente: Prensa Latina
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