La canela, historia y ficción en la Amazonía
Por Miguel Lozano
Caracas.- El país de la canela, del colombiano William Ospina, se convirtió en éxito literario en Venezuela de la mano de dos hechos que realzan hoy su calidad: el premio Rómulo Gallegos y una activa política cultural.
Según un reporte de Librerías del Sur, una red estatal de 52 establecimientos en el país, en los primeros 15 días se vendieron cinco mil ejemplares del título, hecho inédito en la historia de esa institución.
Pese a estar basada en la historia del siglo XVI americano, la obra es también un grito de alerta sobre la necesidad de proteger esa zona boscosa conocida como Amazonía, compartida por nueve países suramericanos y amenazada con la devastación.
Ospina es el cuarto colombiano que gana el prestigioso premio, luego de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (1972); Manuel Mejía Vallejo, La casa de las dos palmas (1989) y Fernando Vallejo, El desbarrancadero (2003).
La obra es la segunda novela que escribe el colombiano y también la segunda parte de una trilogía iniciada con Ursúa (2005), que debe continuar con La serpiente sin ojos, las tres ambientadas en el siglo XVI en la Amazonía.
Narrador y ensayista, además de productor, Ospina publicó antes obras como Hilo de arena (1986), El país del viento (1992), África (1999), Es tarde para el hombre (1994), Un álgebra embrujada (1996) y ¿Dónde está la franja amarilla? (1997), entre otras.
Nacido en 1954 en Tolima, Colombia, el autor ha confesado que el tema de su trilogía surgió durante los nueve años que estuvo trabajando en un ensayo sobre la obra del poeta Juan de Castellanos que relata la conquista de América.
Aunque al principio no pensó en una novela, género en el que no había incursionado, el afán de interpretación de los hechos le fue llevando por ese derrotero y la magnitud del fenómeno a tres libros relacionados.
Ursúa se sustenta en la juventud del aventurero español Pedro de Ursúa, El país de la canela en el descubrimiento en 1542 del Amazonas por Francisco de Orellana y la siguiente obra abordará el regreso de Ursúa a la Amazonía para repetir el viaje de Orellana.
En una entrevista reciente en Venezuela para Monte Ávila Editores, Ospina apunta un motivo adicional de inspiración: la dolorosa constatación del mundo nativo americano, sus selvas, ríos y llanuras.
Todo está ahí y al mismo tiempo todo está saqueado, medio borrado, desdibujado. La selva tal vez es el último lugar que queda como era hace cinco siglos. Por eso es tan interesante interrogarla porque ahí está la realidad original, apuntó.
En su opinión, además de oxígeno y agua la selva representa una riqueza enorme de la farmacia, con sustancias de poderes asombrosos dominados por los chamanes amazónicos.
Por eso, en su opinión, hoy los laboratorios alemanes y norteamericanos persiguen a los chamanes para obtener el secreto de las propiedades de las plantas, patentarlos y venderlos.
La obra comienza con un exordio que sustenta la conexión del siglo XVI con la problemática del XXI, donde parte de la humanidad pareciera comenzar a comprender el sentido de la verdadera riqueza:
En Flandes, en 1574, Teofrastus me lo explicó todo: nos dieron la diversidad del mundo me dijo-, pero nosotros sólo queremos el oro.
Tú encontraste tu tesoro, una selva infinita, y sentiste infinita decepción porque querías que esa selva de miles de apariencias tuviera una sola apariencia, que todo en ella no fuera más que leñosos troncos de canela de Arabia.
La novela de Ospina, que relata una expedición por la Amazonía organizada ante la versión de un bosque de árboles de canela, aún tal vez sin proponérselo se convierte así, además de un acontecimiento literario, en una llamada de reflexión.
La comparación entre la magnitud de lo relatado con la realidad, obliga a meditar no sólo sobre lo perdido, sino quizás ya lo más importante- lo que podemos perder y la necesidad de preservarlo.
Si los vestigios de la selva maravillosa pintada por Ospina todavía hoy provocan desde el aturdimiento hasta la mudez, por la incapacidad de la palabra de duplicar a la naturaleza, cabe imaginar el sentimiento de aquellos aventureros del siglo XVI.
La vastedad de la obra de Ospina con su visión americana se inscribe igualmente en la tradición del premio establecido para honrar a Gallegos y la proyección editorial actual en Venezuela.
Hoy en Venezuela, El país de la canela (Monte Ávila Editores) puede ser adquirido en las bibliotecas estatales por apenas cinco bolívares (2,32 dólares), como otros numerosos títulos vendidos incluso a precios inferiores.
La fundación estatal Monte Ávila, creada en 1968, cuenta con casi dos mil títulos editados y forma parte un vigoroso movimiento oficial de expansión literaria que incluye la distribución gratuita de obras como Los Miserables, de Víctor Hugo.
Literatura, historia y leyenda se acumulan en El país de la canela, una visión de América escrita como obra de orfebre, que tiene la virtud de llevar al lector a meditar sobre el pasado y también el futuro, un éxito de librerías en Venezuela.
Fuente: Prensa Latina
Ml
Caracas.- El país de la canela, del colombiano William Ospina, se convirtió en éxito literario en Venezuela de la mano de dos hechos que realzan hoy su calidad: el premio Rómulo Gallegos y una activa política cultural.
Según un reporte de Librerías del Sur, una red estatal de 52 establecimientos en el país, en los primeros 15 días se vendieron cinco mil ejemplares del título, hecho inédito en la historia de esa institución.
Pese a estar basada en la historia del siglo XVI americano, la obra es también un grito de alerta sobre la necesidad de proteger esa zona boscosa conocida como Amazonía, compartida por nueve países suramericanos y amenazada con la devastación.
Ospina es el cuarto colombiano que gana el prestigioso premio, luego de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (1972); Manuel Mejía Vallejo, La casa de las dos palmas (1989) y Fernando Vallejo, El desbarrancadero (2003).
La obra es la segunda novela que escribe el colombiano y también la segunda parte de una trilogía iniciada con Ursúa (2005), que debe continuar con La serpiente sin ojos, las tres ambientadas en el siglo XVI en la Amazonía.
Narrador y ensayista, además de productor, Ospina publicó antes obras como Hilo de arena (1986), El país del viento (1992), África (1999), Es tarde para el hombre (1994), Un álgebra embrujada (1996) y ¿Dónde está la franja amarilla? (1997), entre otras.
Nacido en 1954 en Tolima, Colombia, el autor ha confesado que el tema de su trilogía surgió durante los nueve años que estuvo trabajando en un ensayo sobre la obra del poeta Juan de Castellanos que relata la conquista de América.
Aunque al principio no pensó en una novela, género en el que no había incursionado, el afán de interpretación de los hechos le fue llevando por ese derrotero y la magnitud del fenómeno a tres libros relacionados.
Ursúa se sustenta en la juventud del aventurero español Pedro de Ursúa, El país de la canela en el descubrimiento en 1542 del Amazonas por Francisco de Orellana y la siguiente obra abordará el regreso de Ursúa a la Amazonía para repetir el viaje de Orellana.
En una entrevista reciente en Venezuela para Monte Ávila Editores, Ospina apunta un motivo adicional de inspiración: la dolorosa constatación del mundo nativo americano, sus selvas, ríos y llanuras.
Todo está ahí y al mismo tiempo todo está saqueado, medio borrado, desdibujado. La selva tal vez es el último lugar que queda como era hace cinco siglos. Por eso es tan interesante interrogarla porque ahí está la realidad original, apuntó.
En su opinión, además de oxígeno y agua la selva representa una riqueza enorme de la farmacia, con sustancias de poderes asombrosos dominados por los chamanes amazónicos.
Por eso, en su opinión, hoy los laboratorios alemanes y norteamericanos persiguen a los chamanes para obtener el secreto de las propiedades de las plantas, patentarlos y venderlos.
La obra comienza con un exordio que sustenta la conexión del siglo XVI con la problemática del XXI, donde parte de la humanidad pareciera comenzar a comprender el sentido de la verdadera riqueza:
En Flandes, en 1574, Teofrastus me lo explicó todo: nos dieron la diversidad del mundo me dijo-, pero nosotros sólo queremos el oro.
Tú encontraste tu tesoro, una selva infinita, y sentiste infinita decepción porque querías que esa selva de miles de apariencias tuviera una sola apariencia, que todo en ella no fuera más que leñosos troncos de canela de Arabia.
La novela de Ospina, que relata una expedición por la Amazonía organizada ante la versión de un bosque de árboles de canela, aún tal vez sin proponérselo se convierte así, además de un acontecimiento literario, en una llamada de reflexión.
La comparación entre la magnitud de lo relatado con la realidad, obliga a meditar no sólo sobre lo perdido, sino quizás ya lo más importante- lo que podemos perder y la necesidad de preservarlo.
Si los vestigios de la selva maravillosa pintada por Ospina todavía hoy provocan desde el aturdimiento hasta la mudez, por la incapacidad de la palabra de duplicar a la naturaleza, cabe imaginar el sentimiento de aquellos aventureros del siglo XVI.
La vastedad de la obra de Ospina con su visión americana se inscribe igualmente en la tradición del premio establecido para honrar a Gallegos y la proyección editorial actual en Venezuela.
Hoy en Venezuela, El país de la canela (Monte Ávila Editores) puede ser adquirido en las bibliotecas estatales por apenas cinco bolívares (2,32 dólares), como otros numerosos títulos vendidos incluso a precios inferiores.
La fundación estatal Monte Ávila, creada en 1968, cuenta con casi dos mil títulos editados y forma parte un vigoroso movimiento oficial de expansión literaria que incluye la distribución gratuita de obras como Los Miserables, de Víctor Hugo.
Literatura, historia y leyenda se acumulan en El país de la canela, una visión de América escrita como obra de orfebre, que tiene la virtud de llevar al lector a meditar sobre el pasado y también el futuro, un éxito de librerías en Venezuela.
Fuente: Prensa Latina
Ml
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